El bosque que plantó San Martín de Porres: Un oasis en medio del caos de Lima

Hoy celebramos a San Martín de Porres, quien no sólo dejó un legado espiritual sino también en la naturaleza: En el corazón del distrito de San Isidro, en Lima, hay un bosque en cuyo origen participó activamente el santo y que ahora es un oasis en medio del caos de la capital peruana.

Lima tiene actualmente más de 10 millones de habitantes, aproximadamente un tercio de la población del país. Su crecimiento desordenado y muchas carencias en diversos aspectos como el transporte, hacen que el tráfico sea uno de los peores de la región y un verdadero dolor de cabeza para muchos.

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El Bosque El Olivar, un parque de diez hectáreas con unos 1700 árboles, es ciertamente un lugar donde uno puede olvidarse por un momento del tráfico pesado o del ruido de las construcciones que proliferan por todos lados y recargar energías, en un lugar donde los olivos siguen danto fruto.

Mercedes Herrera, madre de familia, comenta a EWTN Noticias que este lugar le “transmite tranquilidad, paz, relajación, porque la vida en Lima es bastante estresante. Uno tiene que trabajar mucho para mantenerse, entonces en verdad es un momento para relajarse, para dejar libre el estrés”.

Para Jonathan Litvak, padre de familia, El Olivar es “un parque muy agradable, es muy seguro… Yo trabajo harto, entonces el momento de esparcimiento y relajo es acá”, con sus seres queridos.

San Martín de Porres y El Olivar

Las tierras donde está ubicado el bosque de olivos fueron donadas a los frailes dominicos en la época virreinal. Entonces, San Martín de Porres junto con Juan Vázquez Parra, quien aparece en los documentos de la beatificación del santo, sembraron allí 700 esquejes o fragmentos de olivos, para ayudar a sostener a su comunidad.

Ingrid Salas, del área de turismo de la Municipalidad de San Isidro, explica a EWTN Noticias que “Fray Martín en ese momento decide sembrar, tras la donación de las tierras de las afueras de Limatambo, en su momento, esquejes de olivo”, un hecho que estuvo seguido de un hecho milagroso: “Solo dos personas los plantaron en 15 días. Pero el milagro que nos trae acá es que al tercer día comienza su floración”, cuando generalmente pasan meses hasta que eso sucede.

El olivo aparece en la Biblia como símbolo de paz luego del diluvio, y como lugar de angustia y consuelo para Jesús luego de la Última Cena.

Fray Alejandro Maquera Calderón, dominico y director de Santa Rosa Radio Televisión, comenta a EWTN Noticias que “Martín tomaba justamente de esa contemplación la fuerza que él necesitaba para atender a las personas, él las atendía con amor, con caridad, pero primero se llenaba de Dios a través de esta oración que él hacía contemplativamente en este olivar”.

Una investigación realizada con el apoyo de la Universidad Politécnica de Madrid, permitió saber que uno de los árboles, que ahora tiene condición de protegido, fue sembrado por San Martín de Porres.

“Este árbol ha sido sembrado más o menos entre los años 1630 o la década de 1620. Y así es que se certifica que este árbol sí fue sembrado por el que actualmente es el santo, San Martín de Porres”, afirma Salas.

Zoraida Paz, presidenta de la junta de propietarios de las viviendas que también hay en el lugar, se siente orgullosa de que San Martín de Porres haya iniciado este bosque, pero también se muestra preocupada por situaciones que pueden afectar seriamente a los árboles de olivo, como cuando grupos grandes de estudiantes llegan a tomarse fotos.

“Donde usted ve que hay un cerco de tierra es porque ahí están las raíces. Sus raíces no van para abajo, como los árboles, se quedan ahí… Y ya no tenemos área verde. Ahora lo que queda de verde, muy poco es grass, y lo demás es hierba mala”, comenta. Paz se refiere así al espacio delimitado alrededor de cada árbol, un espacio de regular tamaño, de tierra, en el que muchas veces las personas se paran o se sientan, afectando las raíces de los viejos olivos.

Con todo y a pesar de los desafíos actuales, El Olivar de San Isidro sigue siendo para muchos un lugar de paz, esa paz que San Martín de Porres transmitía gracias a su constante encuentro personal con Dios.

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